Antoni Clapés nació en Sabadell (Barcelona), en julio de 1948.
Escribe poesía, y textos relacionados con ella, desde 1964.
Ha publicado más de veinte libros, entre los cuales los recientes Arbre que s’allunyà (Árbol que se alejó), Pluja (Lluvia), L’arquitectura de la llum (La arquitectura de la luz), La llum i el no-res (La luz y la nada), Alta Provença, Destret (Apuro) e in nuce.
Colabora regularmente sobre temas relacionados con la poesía en periódicos y revistas, habiendo publicado dos centenares de artículos. Ha difundido su poesía a través de lectures en universidades y festivales poéticos en Europa y América.
Entre 1970 y 1974 creó y dirigió Sala Tres, un espacio dedicado al Arte Contemporáneo.
En 1976 crea la Llibreria Els dies y, posteriormente, Les edicions dels dies (1980 – 1986).
En 1989 crea (y dirige hasta ahora mismo) Cafè Central, un proyecto editorial independiente al servicio de la poesía.
Una selección de poemas
Diez poemas de La arquitectura de la luz, traducidos por Juan Carlos Villavicencio y publicados en «La libélula vaga»…
de in nuce (traducción de Carlos Vitale)
I
La casa donde habitas, donde ahora estás, por un tiempo limitado.
La casa que te acoge y que no es tu casa: tú no tienes, no puedes tener, un sitio donde habitar, salvo esta escritura, tu pensamiento, que progresa a medida que lo escribes, que lo describes.
La casa que ves de lejos, como algo fuera de ti.
Nada posees, tratas de no ser poseído.
Habitas este mundo -tu mundo- como si fueras un extraño: todo en él te parece lejano, ajeno, distante.
Oyes pero no escuchas, miras y no ves, hablas sin decir.
Vives: no eres.
Tu vida ya no es sino el espejismo de una quimera.
Pura escritura.
Una escritura por donde crees avanzar en el conocimiento, adentrándote por caminos poco trillados, sin darte cuenta de que estás muy cerca del no-conocimiento.
Una escritura con la cual intentas, inútilmente, jalonar el mundo.
Eliminas todo lo aparente: buscas lo esencial.
Bordeas el límite.
No te percatas bastante del goce de sentirte al lado de los dioses: saber que no puedes decir porque habitas lo inefable, saber que no puedes hacer porque no hay nada que hacer.
(Apenas esta débil voz que, por ahora, tan sólo puede ser dicha y escuchada en (el) silencio.)
II
Observa, medita antes de hacer.
No sobre la acción sino sobre la esencia misma de la escritura.
Calla -palpa el silencio- para decir.
De la rama aprendes la serenidad.
Hasta que tú mismo eres (la) rama.
III
¿Eres aquel que piensa o eres aquel que camina?
¿Quién piensa tu pensamiento?
¿Quién camina tu camino?
IV
Todo es puro cambio — tan sólo él permanece.
V
De pronto, una palabra se deposita sobre el poema -aún inexistente- como un pájaro que detiene en la rama el fatigado vuelo.
Cada palabra se convierte en piedra que se ahonda en la superficie plana y lisa e insondable del tiempo.
Da nombre a una forma. Al invocarla, la recrea: pájaro laberinto fuego lluvia.
Piedra de silencio.
VI
Como oro que se derrama, la luz
transporta el aire desierto
del ocaso, polvo de recuerdos. Escuchas
los silencios de Webern, la pura voz
de lo ausente. Con lápiz de fina
punta quieres retener este ahora
que te parece eterno, tratas
de habitar lugares que las palabras
ya han abandonado.
Y al no querer seguir ningún camino
vas trillando uno nuevo.
VII
El tiempo se detiene en una rama
dorada: el sol menguante
incendia la tarde.
¿Por qué, este silencio?
¿Por qué, este desasosiego?
Palabra pensante, luz interior.
Poema.
VIII
Después de la lluvia
ninguna razón, ninguna acción.
Sólo el efímero trazo
de una escritura
que imita el silencio.
IX
Despójate: despierto comprenderás
la luz, lo abstracto, esta
escritura -pan de hambre-
el extremo saber.
Cuando la nada
aún es el nombre de la nada.
X
Escribes (el poema), vives.
Tratas de adivinar tu rostro
reflejado en el brocal de este pozo seco.
Apoyas la cabeza en una piedra
musgosa, te refugias en la hospitalidad
antigua del silencio. Callas.
Ya no te propones nada más.
XI
Te has acercado al ámbito del silencio y te has comprometido a no hablar más de él: la radicalidad de una experiencia límite.
Jamás palabra alguna te había golpeado así.
XII
este silencio
que ya ni es palabra
este poema
que es un no decir
esta ni nada
XIII
si el viento ni el viento traslada
si todo es muy nada
si lo mínimo comienza a ser exceso
de Miro de veure-hi (Trato de ver) (Traducción de M. Cinta Montagut)
II
Lluvia de agua
de sed: des
velar el sentido de las palabras.
Llenar de sed la copa del sentido.
Quedar en barbecho.
VII
Escucha el silencio de la leve brisa
allá donde el poema ha dejado las palabras.
XI
La luz nace
tras los montes
tras la lejanía
llena el mundo de nombres
avisa al viento
que puede ya sacudir
el polvoriento óxido de la memoria.
XIII
Plural
esta escritura
en tiempo de ausencias
de brumas impenetrables
como la verdad que el poema
sospecha.
XVI
En el horizonte
el espejismo de lo ausente – como un cuchillo
en la palma de la mano:
la herida abierta de la palabra.
Incontenible
lento avanzar del desierto.
XXIII
Ahora evocas un intenso silencio
y la soledad deja de estar sola.
Ahora acercas los labios a sus manos:
la suavidad de un sueño – aquella piel.
Ahora una flor de la marisma
roza por un instante tu boca.
XXV
Soñar
ser el sueño
del perverso soñador:
el extraño – sueño siempre soñado
que retorna.
o ni.
de La llum i el no-res (La luz y la nada) (traducción de Esther Zarraluki)
I
Allí donde un cielo muy bajo se funde con el desnudo robredal
emerges
paisaje ondulado — viña desbrozada — campo en barbecho — tierra ebria de oscura calma
infancia convocada.
Inútil recorrer una y otra vez itinerarios ya surcados — memoria que golpea el ahora
como un improbable viento que vuelve
espejo que refleja sólo la noche.
El obstinado recuerdo del recuerdo — el dolor del recuerdo del olvido.
El mal de vivir — desgarrador.
II
Fundirse con el poema — desaparecer en el texto — ser (el) poema.
Cuando la aurora hunde por fin sus garras en el lacerado cuerpo de la noche.
III
Lento despertar de la luz — lejana voz de campanas — il vento recando il suon dell’ora.
Silencio que funda la palabra — el eco de ese silencio.
La densidad del vacío.
IV
El río lleva hasta la presa
la hoja que el viento desprendió de un arce.
Llega al lugar del que partió — puro transitar entre silencio y silencio.
V
El liquen se abisma
hacia una imparable quietud
señala lo umbrío — piedra de dolor
puro enigma.
Niebla aferrada
al radical silencio de Dios.
VI
El pensamiento sobre el poema
es el lugar del poema — el poema mismo
diálogo entre el fondo del lago — donde callado duerme el limo — presente eterno
y la superficie — donde tiemblan olas hielo y lodo
y todo.
El poema diciéndose — el poema diciéndote.
VII
Me iluminas
de misterio — refulgir de lo oscuro — eternidad momentánea.
Luz pensada — luz pensante.
De L’arquitectura de la llum (La arquitectura de la luz) (traducción de Juan-Carlos Villavicencio)
I
caminas a tientas — por el margen
atraviesas encinares matorrales marismas trigales
una avenida de olmos — un camino de aire
las oscuras aguas de la memoria
un silencio enloquecido
más allá del itinerario atisbas un claro luminoso — la casa de la luz
crees haber arribado al lugar de donde partiste
y cuanto más te acercas más parece que te alejas
II
primera hora — primera luz
el aire instala las lejanías
ausentes presencias — la avara raza profética — muros de silencio
el delirio del temblor
resuena un estremecimiento en el nido de las víboras
III
habitar justo en el umbral de la palabra
ahí donde la luz
es invisible y todo se vuelve visible
IV
la palabra
te aleja de lo real:
anuncia — delimita — cautiva
da forma
al sonido de un indicio
al sonido de un pensamiento
al sonido de lo insondable
al sonido de la luz
al radical silencio de dios
V
en aquella hora
de claros y tiernos pinos
de abruptas rocas y caminos emboscados
la luz te era reflejo puro de la infancia
XI
la deriva del tiempo sin memoria
del tiempo de la huida de los dioses
la escritura — contra la extrañeza de vivir
contra la muerte diferida
XII
vaciar — vaciarse — desprenderse
de todo afán
ni poseer ni ser poseído
— poseer es perder —
desaparecer dentro de la luz — confundirse con ella
aprendiendo a dudarlo todo
cautivador sonido de antigua arcilla
XXII
este aliento
que ya ni es
estos poemas
escritos por Nadie
Las gafas de Parménides
(para Ramón Andrés)
El paisaje se difumina en una clara lejanía, tras las azules montañas del fondo.
Para llegar –dicen– hay que ascender cuatrocientos noventa peldaños esculpidos en tiempos pretéritos:
herida abierta que perdura en el granito, como un clamor expiatorio.
Encarado a esta lejanía, miras el camino recto que parece conducir hacia la cima. Sabes que es el verdadero itinerario, pero no el único, y notas el latido del corazón ante la trampa de los sentidos, ante un yo que se extingue a cada cambio porque anhela develar el fondo de los enigmas, al abandonar las ruinas de tanta certeza.
Ser y pensar –dicen– son uno, y son todo. Y son nada.
Este mundo imaginado sin hipótesis divinas.
Looren
En el no-recuerdo perdura el recuerdo,
como el bosque pervive en la madera apilada
el prado en el olor de heno que acaba de ser segado
y el lago en la niebla que tiembla en su superficie.
Tras la vejez se esconde el retrato de juventud
al igual que una palabra oculta el sentido de otra palabra.
El resplandor del horizonte describe en el bosque
el poema. Claroscuro entre lo dicho y lo no dicho.
Cada uno sueña sus sueños, pero nuestra
vida quizás es tan solo el sueño que alguien sueña.
Orazione nell’orto
(Giovanni Bellini)
El huerto — desnudo, desprendido de retórica —
vela el misterio de tanta soledad.
El sueño acaba venciendo al sueño.
Ceniza — después de la llama.
Ceniza — después de la luz,
después de la idea.
A la espera del innombrable huésped.
Cobh
Hay ciertos viajes que sólo a la vuelta se comienza a saber
María Zambrano
San Colm vigila la diáspora desde la colina,
cómo futuros forasteros se aglomeran en el muelle cuando ya es tarde para todo.
La esperanza es el espectro de un futuro negado, sin viaje de retorno.
El silencio irrumpe sobre aquel silencio y hace más espeso el silencio.
La mirada del cordero percute
el luto del alma, el silencio impuesto por los asesinos,
la melancolía de una plegaria abandonada.
Un fragmento de luz enciende el enigma:
la mirada del cordero que perdurará por siempre, en todas partes.
Lena en Gorramendi
En este anfiteatro se representa la obra del mundo:
sin pasado sin futuro — sin cifras
todo (ahí) está presente:
la luz primera
la aurora que devela la cortina de las palabras
bosques como estandartes
la compartida soledad
un diorama de montañas
el detenido vuelo de un halcón
cojines de helecho — el brezal
El horizonte esparce silencios y escribe el poema
que un día copiarás en tu cuaderno.
Tonada
(Alejandra Pizarnik)
Como un cuchillo afilado que quiere hendir la luz:
la perdida iluminación del pensamiento.
El mar era una alfombra color vino
por donde los espíritus se revolcaban
en la noche llena de rumores de alas
–de ángeles o de demonios.
Y tú estabas en ellos para los otros,
franca y frágil criatura,
cuando entonces vivir consistía apenas
en ir retrasando la hora del suicidio.
Byblos
Estas piedras con inscripciones misteriosas, ilegibles, estos cipreses que ya estaban aquí antes que los descubrieses, todo perdurará cuando ya no seas ni memoria.
El vaho caliente de la tarde, el olor a savia, el zumbido de insectos: todo esto que ahora te develan los sentidos, lo llevarás escrito para siempre en la memoria — este libro de páginas de olor a miel que el viento marino de la nostalgia irá hojeando hacia atrás.
Del silencio, todavía
Il y a des traces de silence sur le sable que l’homme efface
Edmond Jabès
Como un enjambre enloquecido — el poema emergiendo del silencio — buscando palabras para rodear el silencio.
El poema, la misma voz del silencio — no punto final sino letra capital del texto.
El silencio ocultando, velando — haciendo hablar de nuevo las palabras con otra voz.
El poema repuntando silencios — generando el ámbito que hace posible el poema.
El poema rozando el silencio con la punta de las palabras — reescrito en el blanco que hay entre versos.